Entrevista a Enrique Vila-Matas


















(La Vanguardia)

ENTREVISTA COMPLETA

Literatura y viajes.

Viajar y escribir o escribir y viajar. He aquí dos actividades que se parecen y que, cuando no se parecen, se complementan. Si algún día ni se parecieran ni se complementaran, elegiría escribir porque siempre se viaja escribiendo mientras que si uno viaja no siempre le dejan escribir. 

Una de sus novelas se titula El viaje Vertical. ¿En qué consiste esta forma de viaje?

Un viaje vertical es un viaje que no puede ser nunca horizontal, no es plano, ni da sueño. Viaja uno con tensión, lejos de cualquier idea de dormirse. “Nadie duerme camino del patíbulo”, decía John Donne en un verso. 

Usted vivió varios años en París. Comente algunos lugares reseñables que no aparezcan en las guías y que le gusten particularmente. 

No hay nada de París que no esté en las guías, todo ha sido allí catalogado, y lo que no ha sido catalogado, está en camino de serlo. Nombraré, en todo caso, lugares que no están demasiado en esas guías: El asilo donde murió Samuel Beckett; el café Bonaparte; la rue Vaneau (la casa de André Gide, la farmacia Dupeyroux, el hotel de Suéde); la plaza de Fürstenberg y su pequeño museo de Delacroix; el café Perec; la sopa de pescado que dan en el Café Les Editeurs, junto a la antigua Shakespeare and Company, hoy una tienda de ropa; la rue Littré con su librería clandestina; la librería polaca del boulevard Saint-Germain; el árbol de Champs Elysées que perdió una rama pesada que mató a Ödön von Hormath.

¿Cómo es el viajero ideal? 

Sólo sé que no podría soportar que no se pareciera a mí. 

Su viaje más extraño. 

Mi primer viaje de largo recorrido. Fue en 1973. No sólo fue iniciático, sino muy especial. La idea era pasar todo agosto en Alejandría. Fui a El Cairo desde Madrid, fui en una línea polaca (Lot) que obligaba a hacer escala de una noche en Varsovia. Tardé un mes en llegar a El Cairo, donde al final dormí sólo una noche ya que dormí treinta noches en Varsovia. Y, por supuesto, nunca llegué a Alejandría.

El sitio más curioso en el que ha estado.

Tequila, en México. Cognac, en Francia.... No ocurrió nada en esos lugares, pero era raro llamar por teléfono desde allí y decir. “Estoy en Tequila tomando tequila”. Hay viajes curiosos, viajes que nos dejan frases redundantes. 6- Un viaje literario. Ninguno por ahora. En el mundo real, aún no he hecho ninguno. A veces imagino cómo puede ser un viaje literario y me digo que puede que se parezca a este verso de Drummond de Andrade: “A veces un pitillo, a veces un ratón” 

Una ciudad.

Nueva York. En mi novela Dublinesca queda muy claro por qué Nueva York y no Benavente, por ejemplo.  

Un paisaje.

Sant Andreu de Llavaneres. Los bosques cercanos, que pintó mi abuelo materno en los años 40, el abuelo Matas. Creo que esos bosques quedaron partidos en dos por la autopista. 

Un Lugar.

“La maison de Verre” en París. Estoy convencido de que su interior es parecido al de mi cerebro. El dueño actual de esa casa, un norteamericano, me ha invitado a ver la casa por dentro y comprobar si eso que sospecho es verdad. Sólo nos falta ponernos de acuerdo en la hora y día de esa visita.


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