(Diario de Ibiza) |
ENTREVISTA COMPLETA
Los nombres de las ciudades abren por sí mismos pequeños universos, ¿cuál es su catálogo de nombres de ciudad preferidos?
De niño, como casi todo el mundo, me entretenía en hacer viajes imaginarios por el atlas. Trípoli, Bucaramanga, Cabanatuán… Suenan a reino de novela de caballerías. De todas formas, el nombre más hermoso me parece que lo tiene Bagdad, aunque ya usted ve…
El viaje es un motivo recurrente en sus libros, especialmente en El equipaje abierto, de 1996. ¿Qué equipaje mínimo necesita Felipe Benítez Reyes para iniciar un viaje?
Bolsa de aseo. Cosas para dormir. Dos camisas por día. Algún libro que al final no leo. Un cuaderno de notas que se queda sin abrir. Lo verdaderamente imprescindible sería la almohada.
¿Cuándo se empieza realmente un viaje?
Cabe la posibilidad de que el viaje se haga real a la vuelta, porque todo viajero es una especie de fantasma de sí mismo.
Lo más raro que haya comprado en un viaje y dónde.
Raro, lo que se dice raro, no sé. Sólo compro las cosas que me gustan, y nadie tiene conciencia de la rareza de su gusto. Incluso lo más raro le parece normal.
¿Cuál es el viaje más extraño que ha hecho?
Quizás a Tokio. Tenía la impresión de estar en un país invadido por extraterrestres que habían saqueado las tiendas de ropa.
Las postales son casi un género literario, ¿cuál es el lugar más extraño desde el que ha recibido una postal?
No recuerdo. Quizá una que me mandé a mí mismo desde Buenos Aires en la que escribí: “Vuelve pronto. Te echo mucho de menos”.
Elija un libro de viajes.
El más descabellado y maravilloso de todos los posibles: Los viajes de Sir John Mandeville. También los de algunos cronistas de Indias.
Una ciudad.
Estoy bien donde estoy, aunque me gustaría pasar cada año un mes de la primavera en Roma y un mes del otoño en Nueva York.
Un paisaje.
Cualquier paisaje que tenga sentido escenográfico. La naturaleza puede ser muy teatral y montar decorados más artificiosos que los urbanos.
Un lugar.
Depende de para qué: la callejuela Cecil Court de Londres, con sus librerías de viejo, sus tiendas de grabados, su tienda de viejos cachivaches… La plaza Mina de Cádiz, para tomar una cerveza… El mundo es grande.
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