Entrevista a Luis Alberto de Cuenca

(Diario de Ibiza)


ENTREVISTA COMPLETA


¿Qué relación hay entre la literatura y los viajes?

La verdad es que no soy muy lector de literatura de viajes. Pero es que la literatura es ya de por sí un viaje. No hay necesidad de viajar a ninguna parte para experimentar el aguijonazo viajero de la literatura en el papel leído o escrito.

En sus poemas conviven referencias a Mordor, a la Atlántida, a la Galaxia de Leia y Luke... ¿a qué lugar ficticio le gustaría viajar y por qué?

Me gustaría viajar al pasado: a un par de sitios y de momentos históricos, por ejemplo. El primero sería asistir al instante en que Justiniano descubre a Teodora en un local de strip-tease de la Constantinopla del siglo VI. El segundo, sería estar presente en la velada que reunió a Byron, Shelley, Mary Shelley y Polidori en la Villa Diodati de Ginebra en junio de 1816 y que tuvo como resultados obras maestras como Frankenstein o El vampiro.

El lugar más fantástico de Madrid.

Los parkings subterráneos. No hay nada más fantástico que un parking subterráneo. Debajo hay otros mundos que no acabamos de descubrir.

Es conocida su afición a los cómics de Tintín. ¿Cuál es su viaje favorito del periodista del rubio flequillo?

El viaje a Egipto en Los cigarros del Faraón y el viaje a China de El loto azul. Pero sobre todo lo que me gusta es viajar leyendo las aventuras de Tintín.

El sitio más curioso en el que ha estado.

Costa Rica, costa del Pacífico. Desembarco en la playa de una serie de tortugas gigantes (tortugas baulas) que acuden allí para depositar sus huevos y luego regresan al mar. Al poner sus huevos, brota de sus ojos arcaicos un líquido similar a nuestras lágrimas. A lo mejor intuyen que los nativos se van a merendar los huevos en compañía de un buen trago deguaro, el aguardiente de la zona.

Una ciudad.

Ravenna o Rávena, porque, desde el mosaico de Teodora y su séquito en San Vitale, los ojos de la Emperatriz siguen asombrando al mundo con su indefensión y su profundidad sin límites.

Un paisaje.

Los pinares de Valsaín, junto a La Granja de San Ildefonso, en Segovia. Porque un día de mi adolescencia vi allí a Amadís de Gaula defendiendo el paso de un puente a las orillas de un arroyo que, como Peter Pan, se negaba a crecer.

Un lugar.

La coctelería madrileña Balmoral, en la calle de Hermosilla, entre la Castellana y Serrano, pero más cerca de Serrano. Hoy ya no existe. La última vez que se sirvieron copas en ese local, cuando ya estaba cerrado, fuimos Susana, Alicia,Loquillo y yo los beneficiarios de la fiesta, y Manolo nuestra hada madrina (¿a que suena mejor que hado padrino?).

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