Entrevista a Juan Carlos Mestre



(Diario de Ibiza)


ENTREVISTA COMPLETA

¿Son más interesantes los lugares de la literatura que los lugares del mundo? 

Ni la conciencia tiene gramática ni la imaginación cartografía. La literatura no es una dependencia geográfica como no es el mundo una ruta turística. Su interés, para mí, solo es vinculante con la peripecia humana capaz de generar alianza y desafío frente a la gran mentira de un poder que pretende hacernos ver el mundo en función de la de sus marcas más atractivas, siempre ocultando la otra cara de su obscena miseria y esclavitud. La poesía trabaja en el otro lado de esas visiones. Keats viajó a Roma para ver crecer las flores, usted para escribir sobre la tumba de Keats y sobre Roma. 

¿Qué destacaría de su estancia en esa ciudad? 

 Keats viajó a Roma enfermo de tuberculosis, a morir de pasión y niebla en la casita roja de las escaleras de la Plaza España. Yo viví en Roma los últimos años de mi juventud, acaso extraviado en el laberinto de una civilización que se desmorona, entre las huellas de una conducta civil que aporto a nuestra contemporaneidad la paradoja tanto de la utopía de los que imaginaron una sociedad más justa, como la de que aquellos que traicionaron ese anhelo y vendieron los sueños pendientes de ser soñados a los sátrapas y los mercaderes. Viví en Roma con la intensidad de quien se acerca al borde del abismo, en el peligro, nunca disculpable por la sociedades de orden, de soñar y ser libre. 

¿Sigue siendo necesario tener un corazón ligero, como decía Baudelaire, para ser un verdadero viajero?

Corazón ligero y la misma magia burguesa en todos los sitios donde el tren nos deposite, que escribió Rimbaud. Ni lo necesario conduce a lo verdadero, ni todo lo verdadero es forma parte siempre de lo necesario. Cada cual viaja donde no puede llegar la bicicleta de su corazón. 

El sitio más curioso en el que ha estado. 

La caleta Chombe, una ballenera abandonada del sur de Chile, hoy prácticamente inaccesible entre los roqueríos del Pacífico donde miles de estructuras óseas acumuladas en la playa durante un siglo de caza de cetáceos han convertido el lugar en una impresionante catedral de la memoria del mar, lo que ha sido la historia reciente de la aventura, la sobrevivencia, el saqueo. Allí vi lo invisible de la muerte, oí el ladrido de los perros del futuro en el tímpano de los cetáceos muertos. 

Un libro imprescindible sobre el viaje. 

La mujer del estuario de Leonardo Freedman, un conmovedor dietario del viaje por Vietnam del autor que termina quedándose a vivir en la cuenca del Mekong con una mujer, evocación, éxodo, confrontación de culturas en el que gran escritor judío con una maravillosa prosa, paralela a un Borges viajero, describe ese fragmento del mundo que contiene a su vez todos los demás mundos posibles.

Una ciudad. 

Samarkanda. Había cerdos azules en las calles y camellos con axilas rosas como las chicas de los poemas de Saint John- Perse. Allí el kif que olía como una estrella fugaz concede el favor de la revelación de la noche, el sabor y el saber de la oscuridad. 

Un paisaje. 

El caminito que por el valle de Trevijano acompaña al río Burbia en las inmediaciones de Villafranca del Bierzo. Por él sigue caminando la memoria de padre, los amigos de la adolescencia, la hermosura intacta de cuanto aún sigue haciendo compañía a lo bello y lo justo, los mirlos, el ruiseñor, el martín pescador, las libélulas, los ciudadanos árboles, las aguas puras… 

Un lugar. 

El cementerio de la Habana donde enterrado don José Lezama Lima el mar violeta añora el nacimiento de los dioses.


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